Antonio María Calera Grobet, poeta, escritor, colaborador de SinEmbargo, ha muerto

16/08/2025 - 10:42 pm

Antonio María Calera-Grobet, poeta y difusor cultural, falleció en Yucatán. A lo largo de su carrera tuvo la oportunidad de publicar múltiples libros, además de colaborar en medios como Reforma, Milenio y SinEmbargo.

Ciudad de México, 16 de agosto (SinEmbargo).- El poeta y promotor cultural mexicano, Antonio María Calera-Grobet, falleció este sábado en puerto Progreso, Yucatán, a la edad de 51 años, sin que hasta el momento se conozcan las causas de su deceso.

Nacido en 1974, el escritor desarrolló a lo largo de su vida una extensa y destacada carrera en el mundo de las letras, al desempeñarse como editor y colaborador en diarios y espacios de circulación nacional como Reforma, Milenio, Letras Libres y SinEmbargo.

Como autor, Calera-Grobet tuvo la oportunidad de publicar múltiples libros, entre los cuales se encuentra Zopencos (2013), Yendo (2014) y Sayonara (2015).

Además de su carrera como escritor, al poeta también se le reconoce su papel como promotor cultural en México, lo cual realizó a través de diversas acciones; por ejemplo, la hostería "La Bota", ubicada en la calle de San Jerónimo e Isabel la Católica, frente a la Universidad del Claustro de Sor Juana, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

"Como ya todo mundo sabe somos no solamente un restaurante si no también un centro cultural que tiene una editorial que se llama Mantarraya", declaró el autor a SinEmbargo en 2024, cuando "La Bota" se alistaba para la celebración de su vigésimo aniversario.

Calera-Grobet se encargó de mantener abierto y en funcionamiento al espacio cultural junto a su esposa, Melisa Arzate Amaro, escritora, gestora cultural. "A mí siempre me llamó la preocupación de no llamarle a esto un bar si no una hostería", señaló en aquel entonces el escritor.

Además de "La Bota", su faceta como promotor cultural también le llevó a dirigir espacios como el Museo de la Ciudad de México, la Secretaría de Cultura de la CdMx (entonces llamado Distrito Federal) y la Casa del Lago de la Universidad Autónoma de México (UNAM).

Otro de sus proyectos fue La Chula: Foro Móvil, que se desempeñó como una biblioteca rodante con el objetivo de difundir contenidos literarios a lo largo del país.

En SinEmbargo, participó en la sección de columnistas por más de una década. Su última colaboración, titulada "Demián Flores: hacedor de casas", fue publicada el pasado 10 de agosto.

A continuación, se comparte el texto íntegro:

Demián Flores: hacedor de casas

Por Antonio María Calera-Grobet

Thomas Stearns Eliot (Misuri, 1888-Londres, 1965), ese poeta, dramaturgo y crítico literario lo mismo británico que estadounidense, cumbre de la poesía en lengua inglesa del siglo XX, es autor del libro La tradición y el talento individual, publicado por primera vez en 1919. En esta obra que ha ido ganando interés con el paso del tiempo, se da a la tarea de definir un concepto: el poeta crítico. Para el autor de Tierra baldía, tal poeta se definiría por sobre otro natural, de manera no importante sino crucial, porque es suyo el atender lo profundo, complejo, misterioso como el origen mismo, el tejido de las ideas para una civilización dada. No solamente sería un poeta, entonces, sino un visionario, que debería tener bien claro que era en la tradición donde se hallaba la clave para catapultar, irradiar ideas de verdad, lo más bello de la vida hacia los suyos. El poeta crítico, así, debía ser quien pudiera ser crítico con su pasado, analítico con su presente y reflexivo hacia el futuro.

De esta manera es que debemos calibrar la vida y obra de Demián Flores. Desde hace ya varias décadas, en el arte y pensamiento (y por ello en el entero que cada quien conciba como cultura mexicana), su obra se ha sobrepuesto por sobre de otras, y con el peso específico y absoluto que ha reclamado desde la verdad, no puede más que obligarnos, desde un clamor de absoluto respeto, a un análisis mayor. Es decir: no solamente como un “creador plástico” de peso específico indudable, sino también como un hacedor de casas, un traficante de ideas, una suerte de minero (es decir sociólogo, historiador, antropólogo, filósofo), lo mismo cancerbero celoso que feliz surtidor de lo importante.

Creadores así se dan de manera muy esporádica en los pueblos. Son casi una epifanía y en muchos casos, por raro que esto parezca, no siempre estas revelaciones son debidamente atendidas. Ya se verá caso por caso que se quiera ver si tal maltrato se debió a una dura perversidad o franca miopía. Demián Flores es de Juchitán, de Oaxaca de Juárez, de Xochimilco, del centro de México, de los tantos estados y países por los que ha viajado. ¿Quién supera ahora o desde hace décadas el número de exposiciones que ha hecho Demián Flores? Primero, un ciudadano: cosa mayor. Padre de familia. Y luego universitario. ¿Como artista? Primero, artesano y dibujante, grabador, pintor, escultor, accionista, sonidero y lo que se sume. Gestor. Lector. Bibliófilo. Editor. Maestro. Tutor. Jurado. Consejero. Periodista. Ilustrador. Empresario. Ecologista. Pensador y por ello: socorrista.

Empecemos así, pues, a comprender su longitud de onda, lo que pesa su magnitud. No solamente Demián Flores el expositor. No un creador de arte sino un cuerpo y una mente infectados por el sentido de la comunicación, que supo ver, mediante ese telescopio y microscopio de su inteligencia, que todos esos vasos comunicantes, dendritas que nos hacen algo, siempre fueron lo que había que iluminar. Humanidad a tope. Demián Flores es un empeño que levanta casas sin parar. Habría que querer, siempre, con todo el amor, en reciprocidad, habitarlas.

Redacción/SinEmbargo

Redacción/SinEmbargo

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