El regreso de las pruebas nucleares de EU traerá daños ambientales y a la salud

03/11/2025 - 1:53 pm

La última prueba de armas nucleares en Estados Unidos se realizó en 1992, sin embargo, la medida adoptada por Trump supone un cambio radical en la política nuclear estadounidense que tendrá efectos potencialmente negativos en el medio ambiente y en la salud de la población a nivel mundial.

Ciudad de México, 3 de noviembre (SinEmbargo).- Donald Trump quiere reanudar las pruebas nucleares después de una pausa de más de 30 años que inició en 1992. El anuncio ha generado alertas debido a que esta decisión podría generar una carrera armamentista, ahora más acelerada que en el pasado, con resultados más desastrosos para el medio ambiente e incluso la salud de las personas, como apunta la evidencia científica.

Este miércoles 28 de octubre, minutos antes de reunirse con el Presidente de China, Xi Jinping, Trump, dio a conocer que instruyó al Departamento de Guerra para que inicie de inmediato pruebas con las armas nucleares de las que dispone la Unión Americana, por primera vez luego de 33 años y pese a que firmó el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.

"Debido a los programas de pruebas de otros países, he instruido al Departamento de Guerra para que inicie las pruebas de nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones. Este proceso comenzará de inmediato", escribió el republicano en su cuenta de Truth Social, en donde aseguró que Estados Unidos cuenta con el arsenal de armas nucleares más grande del mundo, gracias a las acciones que hizo en su primer mandato.

Pedro Torres, quien lleva viviendo, como muchos migrantes sin papeles, en el sur de California, no regresaría a México por los mil dólares que le ofrece Trump.
Militares de EU vigilan frontera en Anapra. Una tanqueta del ejército estadounidense fue desplegada el pasado 27 de marzo en los límites de Nuevo México, Texas y México, específicamente en la zona de Anapra, en la frontera de Ciudad Juárez y El Paso. Foto: Carlos Sánchez Colunga, Cuartoscuro

"Estados Unidos posee más armas nucleares que cualquier otro país. Esto se logró, incluyendo una completa modernización y renovación del arsenal existente, durante mi primer mandato. Debido a su tremendo poder destructivo, ¡me resultó muy difícil hacerlo, pero no tenía otra opción! Rusia ocupa el segundo lugar, y China un distante tercer puesto, pero la situación se igualará en cinco años", indicó.

Aunque Estados Unidos no ratificó el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, el cual cuenta con el mayor apoyo a nivel mundial para incentivar el desarme, está obligado a cumplirlo. Además, firmó con Rusia el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, que vence el próximo febrero de 2026, que cada país no puede superar las mil 550 ojivas en misiles desplegados, los cuales son capaces de atravesar continentes.

Aunque oficialmente se desconoce el arsenal nuclear total de cada país, según cifras aproximadas del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), en su anuario 2024, entre Estados Unidos y Rusia poseen “casi el 90 por ciento de todas las ojivas nucleares”. Mientras que China hasta enero de 2024 contaba con 500 ojivas, de las que 24 estaban desplegadas y 476 almacenadas.

Por su parte, hasta ese año contaba con un inventario total de cinco mil 044 ojivas, de las cuales mil 770 estaban desplegadas; mil 938 estaban almacenadas; y había retirado mil 336 cabezas nucleares. En tanto, Rusia contaba con un inventario total de cinco mil 580 ojivas nucleares, de las que mil 710 estaban desplegadas; dos mil 670 estaban almacenadas; y habían retirado mil 200 cabezas nucleares.

El anuario 2025 del SIPRI destacó que hasta el 2018, el Gobierno de Estados Unidos hizo público “el número de ojivas desmanteladas” por año, no obstante, la administración encabezada por Trump “puso fin a esta práctica”, la cual regresó con el Gobierno del Presidente Joe Biden, aunque de acuerdo con esos datos, entre 2021 y 2024, el desmantelamiento de las ojivas se había reducido.

De acuerdo con la Unión de Científicos Preocupados (UCS, por sus siglas en inglés), el arsenal estadounidense se encuentra almacenado en “submarinos y silos de misiles de 24 metros de profundidad en cinco estados de las Grandes Llanuras”, otro tanto se encuentra en bases aéreas y 100 bombas fueron desplegadas en bases aéreas de cinco países en Europa.

“El poder destructivo de las armas estadounidenses es muy diverso. El arma más potente, la bomba de gravedad B83, es más de 80 veces más potente que la bomba lanzada sobre Hiroshima. El arma más pequeña tiene una potencia explosiva de tan solo el 2 por ciento de aquella. Estas armas de ‘baja potencia’ están diseñadas específicamente para ser más fáciles de usar, lo que aumenta la probabilidad de que se utilicen”, destacó la UCS.

Aunque en un inicio las pruebas nucleares tenían el objetivo de conocer los efectos de las armas nucleares; por ejemplo, los daños causados ​​por la explosión a diferentes distancias, lo que proporcionaba confianza en la destrucción de un objetivo militar determinado, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, los estados han utilizado principalmente las pruebas como parte del desarrollo de nuevos diseños de armas.

Donald Trump y Xi Jinping, presidentes de EU y China, lograron varios acuerdos en materia de aranceles y tierras raras durante su reunión en Corea del Sur.
Donald Trump y Xi Jinping se reunieron en la ciudad de Busan, Dorea del Sur. Foto: Huang Jingwen, Xinhua

Este mismo desarrollo motivó más de dos mil pruebas nucleares, lo que derivó en enormes problemas ambientales y de salud en la población, lo que a su vez propició movimientos para detener estos ensayos, que lograron pequeños avances. El primero, en 1963, con el Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares que prohibió las pruebas nucleares en todos los entornos excepto bajo tierra.

En la década de 1990, tuvo lugar el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, firmado por 187 países, entre ellos Estados Unidos, en gran medida impulsado por la tecnología, ya que permitía armas nucleares más fiables que no necesitaban detonación, por lo que los países más avanzados dejaron de hacerlo, a excepción de Francia que realizó pruebas atmosféricas en 1996.

También China realizó su última prueba nuclear en 1996, por lo que Corea del Norte es el único estado que ha realizado abiertamente un ensayo nuclear en este siglo, el más reciente en 2017. Sin embargo, tras la instrucción que dio el Presidente Trump para reactivar estos ensayo, la preocupación mundial crece, por los graves riesgos que generaría la lluvia radiactiva a nivel mundial.

Incluso si dichas pruebas nucleares se realizan bajo tierra, esto supone un riesgo en cuanto a la posible liberación y emisión de materiales radiactivos, así como la potencial filtración a las aguas subterráneas, como lo señala la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), que refirió cómo los efectos del “estroncio-90 en las madres lactantes y sus bebés” motivaron la firma del tratado en 1963.

En este sentido, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares reconoce el “impacto desproporcionado” de la radiación ionizante emitida por las armas nucleares, y para ejemplo de estas secuelas están los ensayos nucleares de las Islas Marshall, que a su paso dejaron “alarmantes tasas de mortinatos, abortos espontáneos, defectos congénitos y problemas reproductivos en sus comunidades”, destacó el ICAN.

Durante la discusión del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, víctimas Kokatha en Australia, en donde Reino Unido detonó bombas nucleares en la década de 1950 y de las Islas Marshall, particularmente en atolones de Bikini y Enewetak, en donde el responsable de ensayos nucleares fue Estados Unidos, denunciaron públicamente, por un lado, el menosprecio hacia las comunidades aborígenes y, por otro, los efectos negativos en su salud de estas pruebas.

Los grupos indígenas recordaron que nadie los previno de las explosiones que ahí tuvieron lugar y que fueron tratados como “conejillos de indias”, ya que los consideraron como “prescindibles” y a sus tierras sagradas “como carentes de valor, por lo que, incluso, no les solicitaron consentimiento alguno para llevar a cabo los ensayos, durante y después de éstos tampoco se le brindó protección.

Las víctimas enfatizaron que sometieron “a nuestros pueblos a epidemias de cáncer, enfermedades crónicas y malformaciones congénitas”. Además, agregaron, en muchos casos les “han negado el acceso a una atención médica adecuada e incluso a nuestros propios historiales médicos”.

Trump
Donald Trump Presidente de EU. Foto: Ji Nitupianshe, Xinhua

Fue el 23 de septiembre de 1992, cuando el Gobierno de Estados Unidos realizó su última prueba nuclear del siglo pasado. Denominado “Divider”, el ensayo se llevó a cabo en un complejo subterráneo al norte de Las Vegas, Nevada, sitio en donde podrían reiniciarse las nuevas pruebas nucleares, que podría desatar una carrera armamentista por parte de los adversarios de la Unión Americana, dijo Daryl G. Kimball, director ejecutivo de la Asociación de Control de Armas (ACA).

“Trump está mal informado y desconectado de la realidad. Estados Unidos no tiene ninguna razón técnica, militar ni política para reanudar las pruebas nucleares explosivas por primera vez desde 1992. Se necesitarían al menos 36 meses para reanudar las pruebas nucleares subterráneas controladas en el antiguo sitio de pruebas de Nevada”, dijo.

“Al anunciar imprudentemente su intención de reanudar las pruebas nucleares, Trump provocará una fuerte oposición pública en Nevada, por parte de todos los aliados de Estados Unidos, y podría desencadenar una reacción en cadena de pruebas nucleares por parte de los adversarios de Estados Unidos y hacer estallar el Tratado de No Proliferación Nuclear”, agregó.

Casi todos los tratados, logrados con gran esfuerzo, que limitaban las armas nucleares desde el fin de la Guerra Fría, han sido derogados. Actualmente sólo queda un tratado que limita el 90 por ciento de las armas nucleares del mundo, las cuales están en manos de Estados Unidos y Rusia. Se trata del Tratado Nuevo START , que expirará en febrero del próximo año.

Aunque Vladimir Putin, Presidente de Rusia, ofreció prorrogar informalmente ese tratado por un año más, y Trump ha dicho que es una buena idea, la finalización oficial está a solo cuatro meses, y aún no han comenzado las negociaciones para un tratado sucesor, del que el republicano dijo que China debería participar, país que no ha manifestado su disposición a formar parte del proceso.

– Con información de The Conversation

Nora Gaspar Reséndiz

Nora Gaspar Reséndiz

Comunicóloga por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Busca ejercer un periodismo libre, crítico y con responsabilidad social. Actualmente es parte de la Unidad de Investigación y Multimedia de SinEmbargo.

Lo dice el reportero