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Ramiro Padilla Atondo

25/05/2015 - 12:00 am

“Ellos” los indígenas

He dicho en repetidas ocasiones que nuestro deporte nacional es la envidia. Pero imagino que no es el único que practicamos. El hacer leña del árbol caído es quizá el segundo. Lo digo por las desafortunadas declaraciones del presidente del INE, material obligatorio de conversación de los “des-okupas” estos días. Pero más allá de la […]

He dicho en repetidas ocasiones que nuestro deporte nacional es la envidia. Pero imagino que no es el único que practicamos. El hacer leña del árbol caído es quizá el segundo. Lo digo por las desafortunadas declaraciones del presidente del INE, material obligatorio de conversación de los “des-okupas” estos días.

Pero más allá de la quema en leña verde del desafortunado funcionario, habría que ver un poco más allá para entender el contexto. Ni los lindos eufemismos instalados en la psique colectiva por la corrección política (persona con capacidades especiales, persona en situación vulnerable etcétera, etcétera)  ni los linchamientos mediáticos (verdaderas llamaradas de petate virtuales) pueden explicar en su cabalidad la sociedad que somos.

Para cierto sector de nuestra población, todo escándalo tendría que terminar por fuerza de la exigencia virtual en el cadalso.

Pero no se detiene a pensar  que todos, absolutamente todos, contribuimos a la situación de marginación de un sector bastante numeroso de nuestra sociedad padece.

Lo de hoy son las asociaciones protectoras de animales, que exigen hospitales públicos para sus mascotas mientras voltean para el otro lado cuando un niño indígena les vende algo.

Y si hay algo que me encabrona es la connotación negativa que la palabra indígena ha adquirido entre nosotros. Somos en su totalidad la mezcla de indígenas de muchas partes del mundo.

He imaginado como sería ir a Europa y tratar a españoles, alemanes y franceses como curiosidades turísticas. Verlos un poco por encima del hombro para entender a cabalidad. Ellos son indígenas también.

De cierto es también que los mexijanos (expresión acuñada por Don Agustín Basave en su excelente ensayo Mexicanidad y esquizofrenia) somos seres bifrontes que ni siquiera somos conscientes de las contradicciones en las que vivimos día a día.

A los pueblos más antiguos de nuestra tierra los tratamos como marginados cada vez que podemos, cuando todos en realidad tenemos sangre india. Unos más que otros, pero todos la tenemos. Mi abuelo Lorenzo Atondo era un indio mayo.

Mi madre siempre ha vindicado su condición mestiza. Y crecí en un ambiente de pleno respeto a los derechos de los demás, una expresión racista hubiese sido algo tan fuera de los común que de haberla proferido me hubiese llevado una buena paliza.

Por eso entiendo que la ignorancia sea la madre de todo racismo. No hubo cultura de castas más compleja, (después de la hindú) que la que trajeron los españoles al nuevo mundo.

Y estas formas culturales subyacen muy cerca de la superficie, externándose cada vez que hay oportunidad. Por si no se han dado cuenta, muchas de nuestras conversaciones giran alrededor de nuestro color de piel. Intentamos aclararla por medio de antepasados y conversaciones.

Los indígenas representan la otredad, esa idea estúpida y vieja (ya tiene siglos) de que el mestizo y el blanco son superiores. ¿Superiores en qué? ¿En anticuerpos y armamento? ¡Por favor!

Lo más triste del asunto es que lo único que puede curar este racismo idiota es la educación, de la cual una gran mayoría de mexicanos carece.

Aunque tenga doctorados.

Ramiro Padilla Atondo
Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

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