Peña Nieto, nostalgia de López Mateos

Salvador Camarena

04/10/2011 - 12:02 am

Tras su autodestape, Enrique Peña Nieto reveló que uno de sus ideales políticos es Adolfo López Mateos: “Hay una inspiración, la hubo para la gestión de mi gobierno en el Estado de México, de quien en su momento asumió un gran compromiso con la nación y logró fraguar y consolidar instituciones que hoy siguen sirviendo a todos los mexicanos”, dijo el ex gobernador del Estado de México con Pepe Cárdenas el pasado 20 de septiembre.

¿Qué hizo López Mateos y, sobre todo, cómo lo hizo? Ya que el principal favorito en la contienda del 2012 lo tiene como ideal, conviene repasar la biografía de quien dirigiera al país de 1958 a 1964,  periodo en el que “revitalizó la presidencia. Era un Presidente dinámico, atractivo, que parecía vivir aceleradamente. Es, probablemente, el Presidente más recordado y más querido por los mexicanos del siglo XX”, según cuentan José Manuel Villalpando y Alejandro Rosas en Presidentes de México (editorial Booket). Pero, como esos mismos autores apuntan, la memoria es caprichosa y su buena imagen hace que no se recuerden las “manchas” (Villalpando dixit) de su gestión.

Para empezar una revisión de lo que fue el periodo de López Mateos, una anécdota recogida por Enrique Krauze en La Presidencia Imperial (Tusquets Editores):

“Abogado, así se maneja la política. La política debe hacerse con muchos sesos, pero si a los sesos les ponemos huevos, son más sabrosos…”. El presidente López Mateos felicitaba así a un diputado que había logrado, pistola al cinto, y amenaza de por medio, hacer que un legislador panista se olvidara de sus intenciones de interpelar al mandatario durante un informe de gobierno.

Del ya citado ensayo biográfico de Krauze se reproducen, con entrecomillados, algunas líneas:

“No estaba construido para el poder sino para la bohemia, el arte, el amor y, desdichadamente, para la enfermedad”.

“Necesitaba un gabinete de fuerza, que compensara sus propias limitaciones, su propia indisposición para las maniobras y las grandes tensiones”.  Tuvo significativos secretarios: en Educación, Jaime Torres Bodet; en Hacienda, Antonio Ortiz Mena; en Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz y en Economía, Raúl Salinas Lozano.

Reprimió a telefonistas, maestros y ferrocarrileros. De eso, Krauze escribe:

“A cada acción o amago de insurgencia correspondería una reacción mayor por parte de las autoridades”. “Era la ley del Talión, de un lado las protestas, del otro las macanas y los gases lacrimógenos”. “Los presos no cabían en las cárceles del país”.

Lázaro Cárdenas, citado por Krauze, escribió sobre el gobierno de López Mateos: “Es nocivo para el país que para gobernar no se confíe en la fuerza moral de la investidura institucional y que se gobierne con temor recurriendo a la fuerza armada”. El general agregaría después: “Qué contradicción y qué sarcasmo, oír al secretario de Gobernación Díaz Ordaz… decir que están garantizados los derechos ciudadanos”.

Claro que también hubo avances. De aquel periodo destacan: la “nacionalización” de la Comisión Federal de Electricidad, la creación del ISSSTE y la Conasupo. Reformas a la ley del Trabajo que dieron derechos de los trabajadores: nacieron los aumentos a los salarios mínimos y el reparto de utilidades. Se construyeron varios museos distintivos, como el de Antropología, y se creó la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos, entre otras cosas.

Villalpando y Rosas apuntan que cuando ferrocarrileros y maestros ganaron las calles, “al Presidente no le temblaron las manos: ordenó la represión”, para “librarse así de tenaces opositores, como Othón Salazar (magisterio), Valentín Campa y Demetrio Vallejo (ferrocarrileros), pero también logró deshacerse de críticos molestos como el famoso muralista David Alfaro Siqueiros”, que pasaría prácticamente todo el sexenio en la cárcel de Lecumberri.

Finalmente, Krauze recoge la advertencia que hizo entonces un periodista de la revista Siempre!: “Manifestar con libertad un pensamiento político significaba correr ‘el riesgo de ser señalado como un peligroso enemigo de las instituciones y un inmundo portador de las peores ideas exóticas y los más pestilentes gérmenes de disolución social’”. Cosa que quedó evidenciada cuando el gobierno retiró la publicidad oficial a esa revista tras la publicación de una crónica del escritor Carlos Fuentes sobre los funerales del líder campesino Rubén Jaramillo, asesinado por el gobierno junto con su familia, el 23 de marzo de 1962.

Krauze consigna que a López Mateos “el pueblo lo aplaudía y aclamaba como uno de los suyos, y si no lo veía en el box o en los toros, lo extrañaba”. El historiador concluye su biografía diciendo que murió “inconsciente del silencio y el dolor del país que había gobernado”.

La antítesis de López Mateos fue Lázaro Cárdenas, cuya presencia y activismo en favor de las causas de obreros, campesinos y comunistas siempre le incomodó.

Ese fue, según dos biografías, López Mateos, “inspiración”, de acuerdo con sus propias palabras, de Enrique Peña Nieto.

Salvador Camarena

Es periodista y conductor de radio.

Lo dice el reportero