Luisa María Calderón Hinojosa tenía todo el derecho a ser candidata al gobierno de Michoacán. Con los resultados preliminares conocidos hasta la mañana del lunes, debería estar muy satisfecha de lo que logró. Pero se equivocará de manera importante si no comprende que de ella depende que el proceso concluya pronto y lo menos mal posible, y que si procura eso, la que más gana es precisamente ella. Salvo que cuente con pruebas concretas y contundentes de que hubo graves actos fraudulentos por parte del PRI, y de no ocurrir ninguna sorpresa en el conteo oficial de este miércoles, a la hermana del Presidente le toca aceptar que no pudo derrotar al ex alcalde de Morelia Fausto Vallejo Figueroa, y retirarse en forma digna.
Las elecciones hoy son un concurso de trampas. No hay que ir muy lejos para encontrar las evidencias. Apenas el sábado, en función internacional de box que todo México vio, el contrincante azteca portó en el calzoncillo publicidad del PRI. Es, insisto, tan sólo el símbolo más ostentoso de la chapucería, pero no el único; y por supuesto ni el PAN ni el PRD están exentos de conductas en donde a la ley se le da la vuelta para imponerse en las elecciones.
Cocoa, como le dicen sus amigos, realizó una campaña propia de estos tiempos. Al parecer ya no hay espacio para los románticos del engrudo y el megáfono. Tuvo presupuesto, operadores y apoyos. La hija de don Luis Calderón Vega aprovechó su oportunidad, desplazó a los perredistas al tercer lugar y casi se queda con la gubernatura. Toda una hazaña. Si levanta pronto el brazo de su contrincante priísta podrá ganar además el derecho a reivindicar el discurso panista de la civilidad, que tanto bien hizo a México y al mismo Partido Acción Nacional.
La cultura del “haiga sido como haiga sido” nunca debió de ser la del PAN. (De ahí lo chocante de ver la noche del domingo al presidente panista Gustavo Madero citando encuestas de casas poco conocidas o de empresas identificadas con ellos para sustentar una ventaja que nunca se consolidó). Si Cocoa acepta su derrota devolverá a los panistas, y a su hermano, una solvencia indispensable para el 2012. Fue en la adversidad que los Calderón aprendieron a hacer política, y Cocoa tendría una dimensión acorde con su historia si sale y acepta lo evidente, que le ganaron “haiga sido como haiga sido”.
Tampoco debería contemplar acciones de resistencia civil –en la que se hizo experta Cocoa–. Esa manera de protestar se inventó para los desposeídos frente a los poderosos. Ser hermana de un Presidente no califica en la primera condición. No sólo porque hubo en esta campaña reproches y denuncias de que la panista contó con apoyo federal, sino porque esta candidata no es una ciudadana común, ni una política más. Es la pariente más cercana del primer mandatario y no puede lanzarse a la calle sin arrastrar consigo la imagen de su hermano. Así como al inicio de este sexenio realizó un prudente retiro de la política, hoy le toca mostrar que sabe el papel que le corresponde: evitar contribuir a la crispación, el signo de la presidencia de Felipe Calderón.
Si desiste de impugnar, tendrán más fuerza las denuncias vertidas este lunes por Luisa María Calderón de que el control de las elecciones lo asumieron grupos delincuenciales en el sur y en el oriente del Estado, supuestamente ligados al PRI, donde según sus palabras unos ciudadanos habrían sido “forzados a votar y algunos a no votar”. Si la elección terminó en verdad en manos de criminales, al renunciar a ella su acusación gana mucha legitimidad.
Es por el bien de su estado, es por el bien del país, es por el bien de la política, y por el suyo propio que Luisa María Calderón debería cerrar el capítulo de Michoacán para incorporarse a la elección de 2012, si llega a esa cita con dignidad, su voz resonará más fuerte, y no sólo entre los panistas.
FIN




