El periodismo ha ido cambiando al mismo tiempo que las sociedades modernas modifican sus relaciones sociales, aspectos culturales, hábitos de consumo, labores políticas y cívicas, así como sus actividades económicas.
En su definición clásica, se plantea como un intérprete preciso e imparcial de una realidad existente, independiente a las instituciones que proporciona información y análisis –con las cuales se construye la agenda pública– de manera que el ciudadano podría valerse de él como de una herramienta de participación política y una fuente de cultura. De este modo, tiene una función integradora y se constituye como un foro común para el debate.
Pero siendo críticos, ¿el periodismo ha funcionado de este modo? ¿Es objetivo? ¿Son realmente independiente las instituciones periodísticas? ¿Quiénes lo ejercen? ¿Proporciona la información y el análisis suficiente para que el ciudadano construya una agenda de participación política?
El periodismo forma parte de los medios de comunicación, sujetos a los patrones de la economía global. Poco a poco, se han convertido en imperios económicos con enormes intereses político-empresariales y se ha concentrado su propiedad en pocas manos, lo que implica romper el delicado equilibrio entre la responsabilidad pública y el beneficio privado. La información se transformó en un producto y el periodismo mutó en un servicio de divulgación de intereses políticos, económicos y empresariales.
En la actualidad, son pocos los espacios que ocupan los verdaderos periodistas en los medios. La actividad está dominada por comunicadores, expertos en relaciones públicas, publicistas, portavoces de intereses y estrategas de mercadotecnia que utilizan todos los recursos que proporcionan los grandes conglomerados mediáticos para perfilar la agenda política y económica de un sector, grupo político o agrupación empresarial.
La ética periodística, su responsabilidad social así como su función integradora y constructora de debate público, se ve así secuestrada por los intereses particulares de los grupos que controlan económicamente los medios; por ello, entendiendo al periodismo como una herramienta para la participación ciudadana en la vida colectiva y para la democracia participativa, estamos a merced de los intereses que controlan la opinión pública, que son los que deciden los ejes del debate nacional.
Así, los espacios noticiosos se diluyen dentro de la gama de géneros que convergen dentro de los medios de comunicación, donde los límites y rigurosidad del periodismo quedan en la opacidad: talk shows, revistas de variedad e infomerciales se mezclan y entrelazan, difuminando la actividad periodística.
El deber ser del periodismo es la democracia. En ella fundamenta su práctica y su función dentro de la sociedad como actividad cotidiana más allá de los preceptos básicos de la buena comunicación. Tiene que inspirar y contagiar al ciudadano para ampliar su panorama crítico, enriquecer sus horizontes informativos y promover su actividad en la vida pública e interacción cívica.
Web 2.0
Entendemos como Web 2.0 a la red construida por los usuarios mediante las herramientas que ofrece el Internet, como blogs, wikis, redes sociales y aplicaciones que abren un enorme panorama para compartir información, comunicar mensajes e incluso armar estrategias planadas de comunicación sin mayor intermediario que la herramienta misma, generando lo que conocemos como “inteligencia colectiva”, “búsqueda colectiva” y “conocimiento colectivo”.
La Web 2.0 le proporciona una nueva dinámica, donde los periodistas interactúan de forma inmediata con sus audiencias, la información se divulga con inmediatez y la fronteras geográficas y políticas se acortan o se rompen. Bajo esta narrativa, las audiencias tiene una oferta amplia de contenidos, análisis y posiciones respecto a los hechos; pero el giro primordial del Web 2.0 es la posibilidad de que los ciudadanos puedan convertirse en comunicadores y divulgadores de información, en productores de contenidos audio/visuales, así como tener oportunidad de impulsar su agenda sin las presiones de un editor o empresa mediática.
Es posible construir una nueva agenda pública, alternativa a la Agenda Setting –formada muchas veces artificialmente desde los medios tradicionales– para compartir información y contenidos que en otros tiempos era imposible difundir, dado que contravenían los intereses económicos y políticos de los dueños de los medios. Ejemplo tácito son los miles de cables e información clasificada difundida por Wikileaks sobre los abusos de las policías locales durante las manifestaciones sociales de los últimos 4 años en el mundo.
En México el movimiento #YoSoy132 es hijo de la Web 2.0. El video difundido en YouTube “131 alumnos de la ibero responden” permitió proponer una agenda alternativa y la necesidad de cambio profundo en los medios de comunicación en el país, además de postular una nueva relación del periodismo con la audiencia, donde ésta deja de serlo para convertirse en un ente activo y propositivo capaz de impulsar los temas que en realidad la vulneran.
El camino es largo, tanto por las barreras tecnológicas y de comunicación como por los intentos de los gobiernos e intereses económicos para controlar, censurar y limitar el flujo de información y los contenidos libres en la red. PRISM, SOPA y ACTA son ejemplos de ello, si bien pueden existir limitaciones de los ciudadanos para transmitir emotiva y efectivamente lo que desean comunicar.
Por último, tengamos presente que para utilizar y explotar las herramientas que proporciona la Web 2.0, la alfabetización mediática jugará un rol primordial en este nuevo paradigma.
Mesa de democratización de los Medios #YoSoy132




