Iván tiene doce años y es de Guatemala, decidió dejar su país el día en que su papá intentó matarlo porque quiso defender a su mamá de los constantes golpes que recibía. Esa noche, Iván tomó una muda de ropa y pensó en iniciar el viaje hacia Estados Unidos para ayudar a su mamá, Iván sabe que ahí hay oportunidades para estudiar y que podría vivir con una tía que se fue unos años atrás. Es la tercera vez que lo intenta, solo que esta vez decide quedarse un tiempo en Tapachula para estudiar, descansar y ayudar en el Albergue Todos por Ellos.
Tiene once años y no ha cometido ningún delito, pero Iván ya sabe qué se siente estar preso. La primera vez logró llegar a Estados Unidos, pero fue detenido en un lugar donde recuerda que no lo trataban bien y que únicamente le daban de desayunar un café y un pan, posteriormente fue deportado a Guatemala; en la segunda ocasión, Iván fue detenido en México y llevado a la estación migratoria modelo en México, la del Siglo XXI en Tapachula. “Sé que hacen su trabajo, pero a veces se pasan”, contesta Iván cuando se le pregunta qué es lo que piensa de migración, nos cuenta que a los grandes los golpean y los llevan a cuartos de castigo cuando hacen algo indebido.
A su corta edad viaja solo y lo que le da miedo es que le vaya a pasar algo en el camino, sabe los riesgos que corre, ha trepado el lomo de la Bestia y sabe que el miedo es constante, que quedarse dormido puede marcar la diferencia entre vivir y morir, ha presenciado cómo suben maras y autoridades robando, extorsionando, secuestrando, y en el mejor de los casos, siendo detenidos para deportarlos.
Iván es uno de los 12,794 niños y niñas que han sido detenidos en 2015, uno de las 80,693 personas que han parado en una estación migratoria este año.
Hace un año se discutió con mayor fuerza el tema migratorio cuando se hablaba de una crisis humanitaria que consistía en 52,000 niños y niñas migrantes detenidos en Estados Unidos. Las discusiones oficiales dejaron claro que lo que importaba aquí era la palabra “migrante” y muy poco la de “niño, niña”, Estados Unidos anunció que seguiría deportándolos y México lanzó el llamado Programa Frontera Sur.
El discurso en el lanzamiento del Programa ponía como eje central el de los derechos humanos, no obstante, tanto las personas migrantes como las organizaciones de la sociedad civil han denunciado constantemente que lo que ha hecho el Programa es, en realidad, incrementar el número de violaciones a derechos humanos.
El verdadero centro del Programa ha sido el de endurecer aún más la política migratoria a través de detenciones y deportaciones que contemplan la participación de Sedena, la Marina y la Policía Federal, no es casualidad que haya sido calificado como “una cacería de migrantes”.
El tema migratorio esconde miles de historias como la de Iván, pensar qué es lo que motiva a las personas a dejar su hogar nos ayuda a entender la situación y el tipo de respuestas que se deberían esperar por parte de los Estados. Las personas salen buscando mejores condiciones económicas, pero también huyendo de la violencia, buscando reencontrarse con sus familiares, anhelando recibir educación para el futuro que desean.
Si hemos reconocido que las personas que migran no cometen ningún delito, es momento de preguntarnos si la política migratoria debería seguir apuntando hacia la criminalización de las personas migrantes, endurecer las fronteras, detener y deportar o si debemos pensar en una política que ponga como eje central la seguridad humana y el cumplimiento de los derechos humanos.
Desafortunadamente, migrar es cada vez menos opcional y más forzado, se ha convertido en la única respuesta aceptable para miles de personas. Migrar representa retos y peligros, pero también representa esperanza, una salida a los problemas que no encuentran otra solución. Se sabe que el viaje es peligroso y el destino dudoso, pero la posibilidad de salir adelante es una motivación mucho más fuerte.




