Los gritos que nadie quiere escuchar

16/03/2025 - 6:31 am

Monterrey está en llamas.

Vi un video de pasajeros atrapados en un camión, gritando desesperados temerosos por sus vidas. De inmediato, mi mente viajó a los recuerdos de los rastros que he visitado, donde he visto camiones saturados de animales rumbo a su destino de muerte. Ellos también gritan con la misma desesperación, con el mismo ímpetu de vivir.

No estamos acostumbrados a los desastres, al menos no en la medida en que otras especies los viven día tras día. Y aun así, seguimos sin empatizar con su sufrimiento. Talamos árboles, provocamos incendios, financiamos su explotación al pagar por carne y lácteos. Cada una de estas acciones arranca vidas. Los gritos de Monterrey en llamas son los mismos gritos que emiten los animales cuando los condenamos por el simple hecho de no haber nacido humanos.

Son los mismos gritos. No entiendo por qué algunos los escuchan diferente… o peor aún, por qué muchos ni siquiera los escuchan.

Estos incendios han sido provocados, destruyendo el hogar y fuente de alimentos de miles de animales, además de la exposición prolongada al humo, los bomberos, los héroes de siempre, han encontrado animales silvestres en estado de deshidratación y con quemaduras, otra tragedia causada por humanos.

Si el miedo y el sufrimiento nos resultan intolerables cuando los vivimos en carne propia, ¿por qué nos es tan fácil ignorarlos cuando los padecen otros? La empatía no debería ser selectiva. Es momento de abrir los ojos y reconocer que nuestra especie es el fuego de los animales, ya sea en la tierra o en los mataderos, siempre deja víctimas tras de sí.

Cuando el sufrimiento nos toca, lo llamamos tragedia, cuando el desastre es ajeno, la empatía desaparece.

Ximena Machete

Ximena Machete

Nacida en la Ciudad de México, a mis 29 años soy tatuadora, artista plástica y defensora de los derechos de los animales. Los últimos 6 años de mi vida los he dedicado a ser la encargada del bienestar de los animales del Santuario Libres al Fin en Monterrey, Nuevo León.

Lo dice el reportero