¿Qué pasa en un hogar donde la palabra más monstruosa que puede pronunciarse es el nombre de mamá? Frente a esta premisa, Marlene Navarro Guevara escribe una novela a partir de la visión de un niño, que enfrenta todo tipo de violencias por parte de su madre, erigiéndose en el guardián de su hermano menor para evitar que viva las mismas situaciones que lo han lacerado.
Ciudad de México, 18 de noviembre (SinEmbargo).– La escritora mexicana Marlene Navarro Guevara expone cómo existe, particularmente en Latinoamérica, una gran mitificación en torno a la figura materna con “matices claramente de amor, de seguridad, de confianza”. ¿Pero qué sucede en casos donde es todo lo contrario, en dónde el nombre de mamá petrifica el cuerpo? Esa es una de los planteamientos que hace en su primera novela La palabra más monstruosa (Tusquets).
La novela transcurre a partir de la visión de Héctor, un niño que sobrevive día a día de la violencia física y emocional que le infringe su madre, Martina, tanto a él como a su hermano menor Nicolás. Todo transcurre en el seno de una familia de clase alta en donde el padre se limita a proveer el aspecto material, y no el emocional, abandonando a sus hijos en un entorno violento que se niega a reconocer.
“La idea de poner a la madre como monstruo tiene varias razones. Podría decir que desde muy joven me ha interesado mucho el desarrollo de la madre, como este ente que definitivamente marca la vida, marca el desarrollo de las personas. Sea para bien o sea para mal. Muchos traumas se originan de la relación que una persona tiene con su madre, la confianza, la percepción de seguridad, de autoestima, muchísimas cosas vienen de esta raíz”, comentó la autora en entrevista
En ese sentido, Navarro Guevara sostuvo que si bien existe esta sobrevaloración de la madre como un ente benéfico, buscó desarrollar una historia a partir de la premisa sobre qué está pasando en los hogares donde definitivamente esta no es la realidad. “Sería ingenuo pensar que no existe tal vez en algún lado una Martina, pues tristemente la violencia intradoméstica es una realidad”.
“Me interesaba hablar de esto y precisamente abrir una puertecita o una ventana, quizás hacia algo que se está viviendo en alguna parte, porque a mí me gusta pensar que todas las historias que se nos ocurren ya las han contado, porque en algún lado ya han ocurrido, solo existen formas diferentes de contar las historias”, apuntó.
En el caso de La palabra más monstruosa, expuso que quería darle voz a esta idea: “era una historia que me conmovió de cómo dos hermanos prácticamente están solos contra lo que ellos perciben es el mundo, que es cuando eres un niño ese mundo es tu familia, es tu casa y como precisamente ellos su lazo es el que les permite como salir de ahí y salir un poco invictos, aunque no sin golpes o sin espinas en su espíritu”.
El problema crece cuando Héctor crece y empieza a conocer más, empieza a volverse el protector de Nicolás. “Siempre me ha interesado el tema de la hermandad, yo soy hermana de en medio, no existe un mundo para mí sin mis hermanos”.
“Para mí no podía ir la historia de otra manera que Héctor se fuera, sino esta era la historia que quería contar porque a la vez que quería explorar los demás temas, quería mi propia subjetividad sobre el ser un hermano, el valor y el coraje que requiere y pues lo que te puede ayudar a ti mismo en proceso en el que ayudas a otro, estás ayudándote a ti mismo, estás salvándote un poco a ti mismo de cometer algo de lo que te arrepentirías por siempre”, expuso.
Marlene Navarro Guevara apuntó que no pensaba en escribir una historia que enfocara las bondades del mundo, no porque no las hubieran sino porque como todo está narrado del punto de vista de Héctor le interesaba contar una historia que hablara desde esta triste realidad o este triste determinismo al que una conciencia joven se enfrenta a desarrollar porque no tiene de otra.
“Héctor es incapaz de ver. Claramente se va a enfocar en las cosas malas hasta en la calle, hasta en sus compañeros, hasta en lo que medio le incomoda de las otras personas y no en las bondades, que sin duda puede que existan, no las vas a ver en la historia porque no fue criado para percibirlas, está criado solamente para percibir peligros y alejarse de ellos”.





