#Anuario2025 ¬ Golpes, groserías y amenazas: “Alito” acelera la decadencia del PRI

20/12/2025 - 9:01 pm

A 25 años de haber perdido por primera vez la Presidencia, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) atraviesa la etapa más crítica de su historia: en solo cuatro años perdió al 79 por ciento de su militancia; fue desplazado por Morena en número de simpatizantes, presupuesto y resultados electorales, y pasó de imponer mayorías automáticas a sobrevivir como una fuerza minoritaria en el Congreso. El antiguo partido hegemónico hoy acumula derrotas presidenciales, la pérdida de 11 gubernaturas y una dirigencia cuestionada. ¿Podrá reinventarse o ya solo sobreviven las sobras de un poder que se extinguió?

Puebla, Puebla, 21 de diciembre de 2025 (SinEmbargo).- Durante siete décadas, la política mexicana estuvo dominada por el partido tricolor: nació como Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, se convirtió en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938 y adoptó su nombre actual, Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1946. En el año 2000 perdió por primera vez la Presidencia y hoy, el que alguna vez fue el partido hegemónico atraviesa su etapa más crítica: derrotas electorales, fracturas internas y una pérdida sostenida de influencia. La pregunta ya no es solo cómo cayó, sino si aún es capaz de sobrevivir en el sistema político mexicano.

“No se puede entender el siglo XX mexicano sin el PRI”, dice Jaime Fernando Cárdenas Gracia, profesor e investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue durante el siglo XX que el PRI ganó todas las elecciones presidenciales y mantuvo la mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados, pero entonces llegó el año 2000. 

Expresidentes de México del PRI.
José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León y Enrique Peña Nieto, expresidentes priistas en toma de protestas y entrega de Gobierno. Fotos: Cuartoscuro

A partir de entonces, el partido que había sido diseñado para gobernar entró en una crisis profunda que se ha prolongado por 25 años. “El PRI no nació para ser oposición, nunca se ha constituido como oposición. Siempre se ha visto como el partido que gobierna”, dice Andrea Samaniego Sánchez, investigadora y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. “Entonces, estos 25 años han sido esta búsqueda de un elemento identitario. Cuando no se es el (partido) hegemónico, el partido más importante del país, ¿qué se es?”

Y esta crisis parece haber permeado incluso en los militantes del tricolor. En 2019, el Instituto Nacional Electoral (INE) informó que el partido tenía seis millones 764 mil 615 militantes, pero para 2023 esa cifra se había reducido a un millón 411 mil 889, según datos del propio instituto. Esto implica una pérdida de más de 5.3 millones de militantes, equivalente a una caída del 79 por ciento en apenas cuatro años.

En 2023, según los datos más recientes publicados por el INE, el PRI era el segundo partido con la mayor militancia a nivel nacional. Movimiento Regeneración Nacional (Morena) está en primer lugar con dos millones 322 mil 136 militantes: casi un millón más que el PRI. 

A pesar de esto, en 2025 el presupuesto del PRI fue de mil 13 millones 317 mil 474 pesos, solo por debajo de Morena (dos mil 658.9 millones de pesos) y el PAN (mil 331.1 millones de pesos). 

A la par de la disminución de su militancia y presupuesto, el PRI ha acumulado derrotas en elecciones presidenciales y ha perdido la mayoría en el Congreso, una evolución que se aprecia con claridad al revisar sus resultados en las urnas.

El PRI fue del candidato único al tercer lugar en 2018

Entre 1929 y 1976, los candidatos del PNR, PRM y PRI obtuvieron entre 70 y 98 por ciento de los votos en cada elección presidencial. La elección de 1976 fue el punto culminante de la hegemonía del partido, ya que José López Portillo fue el único candidato en ese proceso y lo “ganó” con el 93.5 por ciento de los votos. A partir de la siguiente elección, en 1982, el candidato del partido no obtuvo más del 70 por ciento en la votación. 

El punto de quiebre llegó en el año 2000, cuando por primera vez el candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa, perdió una elección presidencial. “Había una voluntad tácita para que el gobierno federal encabezado por Ernesto Zedillo (Ponce de León) no participara apoyando al candidato Labastida en las elecciones del 2000”, dice Cárdenas. “El propio PRI determinó que era el momento de jugar democráticamente y perdió las elecciones del año 2000 (...) que es un momento de inflexión muy importante”.

Tras dos sexenios panistas consecutivos, el tricolor logró recuperar la Presidencia en 2012 con Enrique Peña Nieto, aunque con un respaldo limitado: apenas el 38.21 por ciento de la votación total. Seis años después, en 2018, José Antonio Meade Kuribreña (postulado por el PRI junto con el Partido Verde Ecologista de México y Nueva Alianza) obtuvo el peor resultado presidencial en la historia del partido, con solo el 16.4 por ciento de los votos, lo que lo relegó al tercer lugar. En 2024, Xóchitl Gálvez Ruiz volvió a colocar al priismo en el segundo sitio, aunque ya no como candidata del partido, sino como abanderada de una coalición con el PAN y el PRD, antiguos adversarios del PRI.

La caída del partido empezó años antes, de acuerdo con Víctor Alejandro Espinoza Valle, Presidente de El Colegio de la Frontera Norte (Colef). El PRI “fue perdiendo este poder a través de procesos electorales, sobre todo en los años 80 en el norte de México, en donde empieza a ganar alcaldías el PAN, hasta 1989 cuando triunfa el primer candidato del Partido Acción Nacional (PAN) a una gubernatura en Baja California”.

Espinoza Valle identifica el año 1994, cuando Ernesto Zedllo “planteó la necesidad de una sana distancia entre el presidente y el partido” como un punto de quiebre: “Eso rompe, digamos, con la naturaleza del partido que es un partido del poder y en donde la presidencia era la punta, digamos, de un iceberg en donde se distribuía el poder corporativo a través del presidente, el jefe del partido, y abajo las organizaciones y los sindicatos”.

 Y no solo a las presidenciales, también a las locales: entre 2021 y 2025 (durante la dirigencia de Moreno Cárdenas) el partido ha perdido 11 gubernaturas, lo que quiere decir que dejó de gobernar a más de 41 millones de personas, según reportó el periodista Pedro Mellado Rodríguez. 

Además, en estos 25 años el PRI empezó a perder escaños en el Senado de la República y curules en la Cámara de Diputados. 

El Congreso: Del control absoluto a la negociación obligada

Durante casi siete décadas, el PRI gobernó con mayorías holgadas en el Congreso, lo que le permitió aprobar reformas constitucionales, presupuestos y nombramientos clave sin necesidad de negociar con la oposición. Esa lógica comenzó a derrumbarse en la segunda mitad de la década de 1990, cuando los cambios en las reglas electorales, la presión social por elecciones más competitivas y el avance de la pluralidad partidista redujeron de forma sostenida su dominio legislativo.

Así, el fracaso de las elecciones del año 2000 había comenzado a gestarse desde 1997, según Samaniego. Ese año fue “la primera vez que el presidente de la República no tiene las dos terceras partes (de la Cámara de Diputados)”. Al perder la mayoría, el PRI no ha sido capaz de imponer sus reformas como en sexenios pasados, y tampoco de frenar iniciativas impulsadas por los gobiernos morenistas como la Reforma Judicial o la desaparición de órganos autónomos. 

Y es que sí, el siglo XX es difícil de entender sin el PRI, pero el siglo XXI es otra historia. “Ahora (el PRI) está quedando casi en nada, y eso es responsabilidad de los propios priistas”, de acuerdo con Cárdenas, quien además afirma que expresidentes como Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto son responsables del estado actual del tricolor. Y “desde luego, su actual dirigente”: Alejandro Moreno Cárdenas. En este punto coinciden Espinoza y Samaniego.

Todos los caminos llevan a “Alito” Moreno

En octubre de 2024, el Tribunal Electoral Federal (TEPJF) avaló la reforma a los estatutos básicos del PRI que permitió la reelección de Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas como presidente nacional del partido. Esta era la tercera vez que Moreno ganaba la elección para encabezar al tricolor, gracias a la reforma aprobada por el partido en su Asamblea Nacional de ese año, en la que fue modificado el artículo 178 de los estatutos para permitir la reelección de la dirigencia nacional y de la Secretaría General del partido por hasta tres periodos consecutivos de cuatro años cada uno.

Cárdenas la describe como “una dirigencia que no ha sido exitosa, que ha dividido, que ha excluido, que ha hecho del PRI un partido entrado en una persona y en su camarilla”.

Para Espinoza, “Alito” es “ un dirigente que no tiene nada que ver ni con el pasado histórico del PRI ni con la tecnocracia priísta, sino que significa otra cosa: el poder por el poder, el mantenimiento de ciertos privilegios partidistas, recibir el financiamiento público que otorga el el INE”.

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Alejandro Moreno en conferencia de prensa. Foto: Cuartoscuro.

Y Samaniego asegura que el hecho de que Moreno Cárdenas sea el dirigente nacional del PRI es contradictorio: “están en contra del autoritarismo, pero el propio Alejandro Moreno reforma los estatutos para quedarse más tiempo en el poder”.

Más allá de la persona, “no queda claro en términos ideológicos qué es lo que impulsa el PRI (...), entonces muchos votantes priistas se están moviendo hacia Morena”, dice Samaniego.  

Entonces, ¿qué tendría que hacer el partido para retomar el vuelo de frente a las elecciones de 2027? Los tres académicos coinciden en que terminar la dirigencia de “Alito” Moreno sería un primer paso. Además, tendría que asumir que su crisis es estructural y abrir de nuevo el partido a los cuadros que han sido desplazados, recuperar una identidad ideológica clara y dejar de operar como una franquicia personal sostenida por el financiamiento público. Esto implicaría abandonar la lógica de las alianzas que lo diluyeron (especialmente con el PAN, que ya adelantó su negativa a aliarse con el tricolor en las siguientes elecciones), reconstruir una base social propia y volver a ofrecer un proyecto reconocible para la sociedad, en particular en materia de política social, empleo y movilidad para los jóvenes.

¿Podrá el PRI reinventarse y renacer de las cenizas como un ave fénix? ¿O su destino será el de Ícaro, cayendo de manera irremediable tras volar demasiado cerca del sol durante 70 años?

Alejandra Padilla

Alejandra Padilla

Periodista especializada en Periodismo de Datos y cofundadora de Serendipia.

Lo dice el reportero