Nos merecemos al PRI en Los Pinos

Salvador Camarena

01/11/2011 - 12:03 am

Qué curiosos somos los mexicanos. Estamos altamente insatisfechos con la democracia y creemos que el remedio a ese mal, a lo que nos ha quedado a deber el método democrático, es el retorno del PRI. La semana pasada, la encuesta llamada Latinobarómetro reveló que 73 por ciento de la población mexicana está insatisfecha con la democracia, lo que constituye el descontento más alto en la región. Y mes con mes todos los sondeos rumbo al 2012 apuntan a que la mayoría de la gente votaría por el PRI o por el suspirante más señalado de ese partido, el ex gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto. Pensándolo mejor no es que seamos singulares, somos en todo caso torcidamente congruentes: si la democracia no es lo que creíamos, entonces qué de malo tendría volver al pasado.

Por supuesto que el PRI tiene derecho a regresar a Los Pinos si eso es lo que la mayoría decide el próximo año. Como la posibilidad es más que real, ¿no valdría la pena preguntarse qué PRI regresaría al poder? En los últimos meses hemos escuchado o leído a diversos analistas aseverar que no sólo es que el PRI ha cambiado sino que las condiciones también y que por lo mismo no habría peligro autoritario en ese eventual retorno. ¿Será que esos analistas tienen demasiada fe en que algo habremos aprendido como sociedad durante los años de la alternancia? ¿O hay elementos reales para saber que habrá nuevas reglas?

Por más que busco evidencias de esas transformaciones vividas durante estos años, tanto por parte del partidazo como de los ciudadanos, que nos permitan albergar la esperanza de que se dará una nueva relación entre el PRI-Gobierno con la sociedad, nomás no las encuentro por ningún lado.

Puede ser que se me escape algo fundamental, pero digamos que a la mano tenemos varios escenarios que no incluyen la palabra cambio. ¿El retorno del PRI significaría una relación diferente -más transparente, más eficiente, más a favor de la población y no de ellos mismos-, por ejemplo, con sindicatos como el de PEMEX o el SNTE, una relación que no sea el intercambio de prebendas? Si regresa el tricolor, ¿mejorará la libertad de expresión, habrá menos pobres, mayor crecimiento, más respeto a los derechos humanos, mejor manejo presupuestal, mayor transparencia, menos condiciones monopólicas en la economía, elecciones más limpias y justas, respeto al poder judicial, libertad del poder legislativo? Sólo por si hace falta decirlo: los priístas tienen la mayoría de las gubernaturas y no hay un sólo dato que nos indique que el tricolor gobierna mejor en ese ámbito, o que hayan promovido más transparencia o más respeto a los otros poderes, o combatido mejor al crimen organizado, o impulsado una mejor economía. Ni siquiera, pues, hay evidencia de que sean más eficaces que los panistas, lo que ya es mucho decir.

Por si nos faltaran ejemplos de qué quieren y sobre todo qué no quieren, los del PRI destrozaron la semana pasada una reforma política que abriría más canales a los ciudadanos. Y mientras tal cosa ocurría, los contrapesos ciudadanos –tribunas en los medios, movilizaciones en las redes— lucen diminutos frente a la aplanadora priísta. ¿Dónde está el PRI modernizado y los diques ciudadanos? Ni una cosa ni la otra.

Para mí no hay duda de que no existe el “nuevo PRI”. Y tampoco de que es falso que la sociedad ya no tolerará excesos del pasado. Prueba de ello es el caso de la deuda de Coahuila. El PRI ya se tardó demasiadas semanas en desembarazarse de Humberto Moreira, el gobernador que multiplicó decenas de veces la deuda que recibió, empréstitos en los que, hay que repetirlo, incluso hay acusaciones de uso de documentos falsos. Que Moreira pretenda salirse con la suya no extraña a nadie. Que el PRI lo consecuente y la sociedad no lo haga un tema insoportable, a mí tampoco me extraña.

Salvador Camarena

Es periodista y conductor de radio.

Lo dice el reportero