Mario Campa

Aranceles a México y Brasil: Caminos divergentes

"Brasil tiene hoy el margen y los socios para un ojo por ojo. México carece de ese lujo".

Mario Campa

16/07/2025 - 12:05 am

Días después de que enviara cartas arancelarias a 14 países, el miércoles 9 de julio Trump publicó una segunda ronda de misivas dirigidas a ocho nuevos blancos. Entre ellos, Brasil recibió la amenaza más agresiva: un arancel del 50 por ciento a las exportaciones dirigidas a Estados Unidos a partir del 1 de agosto. Escrita en clave política y desprovista de toda diplomacia, la carta pretexta una "cacería de brujas" contra el exlíder Jair Bolsonaro, hoy detenido. No obstante, el superávit bilateral estadounidense sugiere de trasfondo un llano atropello a la legalidad comercial y la soberanía de Brasil.

Con esta agresión, Estados Unidos utiliza por primera vez la política arancelaria para inducir un resultado judicial en territorio ajeno. De forma cuasi explícita, emplea el amago tarifario para empujar un cambio de régimen. Bolsonaro, quien enfrenta un juicio por intento de golpe de Estado, es aún aspirante presidencial para las elecciones generales del 4 de octubre de 2026. En el improbable escenario de su exoneración, la sentencia quedaría deslegitimada. En cualquier caso, la presión de la Casa Blanca distorsiona los comicios.

Antes del traspaso estadounidense, las encuestas mostraban escenarios adversos a Lula en una probable segunda vuelta. La intención de voto favorecía por aglutinación opositora tanto a Bolsonaro como a su carta B, Tarcísio Gomes de Freitas, exministro de Infraestructura (2019-2022) y actual Gobernador de Sao Paulo. En Brasil, el 50 por ciento del voto necesario para ser elegido en primera ronda propiciaría la unión de las derechas en un TUCOL (Todos Unidos Contra Lula).

No obstante, la agresión generó un vuelco inesperado. Aunque la entrada en vigor pende de negociaciones, el Presidente brasileño anunció tarifas recíprocas como posible represalia. Lula incluso considera romper patentes de medicamentos y endurecer la regulación de plataformas digitales. Entretanto, parece haber ganado respaldo popular y convertido su reelección en un refrendo sobre la soberanía y la democracia. Tanto rechazo generó Trump que Freitas borró de Instagram una comprometedora fotografía donde porta una gorra de MAGA. No sería la primera vez que Trump sabotea inadvertidamente una candidatura; el desplome del conservador Pierre Poilievre, otrora favorito en Canadá, es claro ejemplo.

La firmeza de Lula es posible por la exigua dependencia comercial en una economía que vive del mercado interno. Las exportaciones a los Estados Unidos apenas rozan el dos por ciento del PIB. El principal socio de Brasil, tanto en las importaciones como las exportaciones, es China y no Estados Unidos. Agraciado por la geografía que permite jugar en varias canchas simultáneas, Brasil tiene hoy el margen y los socios para un ojo por ojo. México carece de ese lujo.

El sábado 12 de julio, la Casa Blanca envió cartas a México y la Unión Europea con el amago de un 30 por ciento de arancel que huele a trasfondo semioculto. Aunque un sector opositor intentó centrar la atención en la presunta inacción contra los cárteles —argumento de la misiva—, la realidad es que Trump juega a múltiples bandas. Al día de hoy, 51 países enfrentarían tarifazos. En general, las cartas pretextan cualquier cosa, desde supuestos ataques a la población blanca en Sudáfrica hasta el fentanilo en Canadá. Los continuos giros de humor y la cuantía de amenazados permiten concluir que no son los países en lo individual los del problema, sino una intención real de cerrar el déficit gemelo estadounidense: comercial y fiscal. La aprobación del presupuesto “Grande y Hermoso”, que generaría deuda adicional por menores impuestos corporativos, motiva la búsqueda necesaria —desde una óptica electoral, no una hacendaria— de alternativas de recaudación.

Como parte de la estrategia, la Casa Blanca desató un caos extendido que traza diversas rutas de ganancias. En casos como los de Corea y Japón, Trump priorizaría que Samsung, Toyota o Hyundai trasladen inversión. En los de Brasil o Sudáfrica, donde el déficit es asunto bilateral secundario, Trump operaría con una motivación electoral e ideológica. En los de Malasia o Tailandia, pretendería socavar las cadenas de valor asiáticas para afectar a China. En los de México y Canadá, buscaría reducir el costo de su programa migratorio y disuadir el arribo de inversión regional fuera de Estados Unidos.

Visto como un todo, tarifas por aquí y allá cumplirían el propósito último de adelgazar déficits. A falta de negociaciones que pueden o no ganar concesiones, Trump está dispuesto a tentar las aguas en una disputa de trincheras. Al avanzar palmo a palmo sin plan de vuelo preconcebido, las asimetrías de la geopolítica y la incertidumbre son sus aliadas.

En ese juego cruzado, México tiene una de las peores manos. Los gobiernos del PRI y del PAN descuidaron el mercado interno y dispararon la dependencia de las exportaciones a Estados Unidos hasta representar un 30 por ciento del PIB. Encima, la proximidad geográfica hace del cierre de fronteras y sanciones como a Vector, CIBanco e Intercam amenazas creíbles. Por si fuera poco, el poder blando hegemónico moviliza opositores mexicanos favorables a Estados Unidos, por más antipatriota que sea.

Contra esta marea de adversidades toca nadar. La Presidenta Sheinbaum recibió buena crítica nacional e internacional en los inicios de la tensión, aunque nuevas alarmas se encienden. Encuestas recientes como las de Ipsos, Buendía y Enkoll muestran una pérdida de 10 a 20 puntos de aprobación en el manejo de la relación con Estados Unidos de un levantamiento a otro, todos anteriores al amago reciente. Aunque la estrategia de cabeza fría parece adecuada por los tres años y medio que restan a Trump y las inercias comerciales que imperan, el público no parece convencido de que las ganancias obtenidas compensen pérdidas como el quiebre de los incipientes lazos con China. Ciertamente, Sheinbaum apuesta al largo plazo y no a la inmediatez en un juego de rondas múltiples que apenas arranca.

A reserva de las siempre veleidosas negociaciones tras bambalinas, las dos grandes economías de América Latina avanzan a tientas en la nebulosa geopolítica. En lo económico, Brasil, cada vez más cercano a China, puede retar a Trump a las vencidas; México, atado por varios cordones a Estados Unidos, tiene pocas cartas en el corto plazo con las que buscará disminuir o eliminar el 30 por ciento desproporcionado. En lo político, si Lula muestra firmeza, la ventana de reelección se ensanchará; en México, las opiniones desfavorables a Estados Unidos —hoy en 69 por ciento, según Pew— podrían tocar nuevos máximos con un costo político para aquellos vinculados al foro ultraconservador del CPAC, como Salinas Pliego y Verástegui. México y Brasil andarán caminos divergentes.

México: tan lejos del sur global, pero tan condenadamente cerca de Estados Unidos. Hoy día envidio a Brasil.

Mario Campa

Mario Campa

Mario A. Campa Molina es economista político e industrial, graduado del MPA de la Universidad de Columbia (2013-2015). Colabora como columnista y panelista en diversos medios y es editor contribuyente en español de la revista de ideas Phenomenal World, del Jain Family Institute (NY). Tiene experiencia laboral en el sector financiero, energético, público y académico.

Lo dice el reportero