Trump y sus aliados han aprovechado el cierre del Gobierno y el asesinato de Charlie Kirk para intensificar los ataques contra instituciones y programas identificados con el liberalismo y el Partido Demócrata.
Ciudad de México, 7 de octubre (SinEmbargo).– John Fabian Witt, escritor, periodista y autor de “The Radical Fund”, dice ayer en The New York Times que a medida que la democracia en Estados Unidos “se desploma en un torbellino de desconfianza, demagogia y violencia, una pregunta se ha extendido por todo el país: ¿Cómo terminará todo esto?”. Su ensayo se llama: “Cómo salvar el experimento estadounidense”.
Y sí, la pregunta se ha extendido por todo Estados Unidos. Y no sólo allí: el mundo entero –no se diga México– sigue estos eventos con preocupación.
Thomas B. Edsall, quien cubre Washington para el diario, escribe hoy: “El Presidente Donald Trump ha desatado nuevas armas en su guerra contra los demócratas, los liberales y la izquierda. Durante las últimas cuatro semanas, ha iniciado lo que equivale a una singular forma de guerra civil partidista diseñada para acumular poder en una democracia nominal y debilitar, diezmar y desfinanciar a la oposición. El ataque de Trump a la izquierda combina el uso de las herramientas disponibles del conflicto violento (el ejército, el Departamento de Seguridad Nacional y el ICE en particular) con el procesamiento de críticos (y gente que simplemente no le gusta), recortes de fondos esenciales para instituciones liberales, el uso de regulaciones para amenazar a las empresas con la quiebra, la criminalización de la libertad de expresión y el chantaje a las corporaciones estadounidenses para que obedezcan”.
En las exequias de Charlie Kirk, agrega Edsall, Stephen Miller, el principal asesor de política interna de Trump, describió con gran detalle cómo el Gobierno de Trump planea lidiar con sus oponentes en casa: “No viviremos con miedo, pero ustedes vivirán en el exilio, porque el poder de las fuerzas del orden bajo el liderazgo del Presidente Trump se utilizará para encontrarlos, se utilizará para quitarles su dinero, quitarles su poder y, si han violado la ley, para quitarles su libertad”.
Miller: The power of law enforcement under President Trump's leadership will be used to find you, will be used to take away your money, take away your power and if you have broken the law, take away your freedom pic.twitter.com/uafIvtUZk1
— Acyn (@Acyn) September 13, 2025
“Para Trump y sus aliados, los acontecimientos recientes, como el cierre del Gobierno, la acusación contra [el exdirector del FBI] James Comey y el asesinato de Kirk, son oportunidades para intensificar los ataques contra instituciones y programas identificados con el liberalismo y el Partido Demócrata. Para la derecha MAGA, cualquier crisis es una oportunidad. De hecho, toda crisis lo es. El ataque se ha vuelto cada vez más brutal a medida que Trump y sus aliados intensifican su demonización de todo lo que se sitúa a la izquierda del centro, con lo que a menudo parecen referirse a cualquier cosa situada a la izquierda de la extrema derecha”, agrega.
Guerra desde adentro
Benjamin Wallace-Wells, autor de The New Yorker, se para en el centro de la preocupación en un texto también publicado ayer bajo el título de “Donald Trump, Pete Hegseth y la ‘guerra desde dentro’”:
“Para alguien que hace campaña abiertamente para obtener un Premio Nobel de la Paz, Donald Trump lo ha hecho de una manera inusual. A principios del mes pasado, el Presidente proclamó en una conferencia de prensa que el Departamento de Defensa se conocería a partir de entonces como el Departamento de Guerra. En la misma sesión informativa, el supuesto nuevo Secretario de Guerra, Pete Hegseth, prometió que las fuerzas armadas aplicarán ‘máxima letalidad’ que no será ‘políticamente correcta’. Eso ocurrió pocos días después de que Trump ordenara el torpedeamiento de una pequeña embarcación que salía de Venezuela, la cual, según él, estaba pilotada por ‘narcoterroristas’, matando a las once personas a bordo, en lugar de, por ejemplo, detenerla e inspeccionarla. Después de que algunos expertos en derecho militar expresaran su preocupación en línea de que esto parecía incómodamente cercano a un crimen de guerra, el Vicepresidente J. D. Vance publicó: ‘Me importa un bledo’”.
Earlier this morning, on President Trump's orders, I directed a lethal, kinetic strike on a narco-trafficking vessel affiliated with Designated Terrorist Organizations in the USSOUTHCOM area of responsibility. Four male narco-terrorists aboard the vessel were killed in the… pic.twitter.com/QpNPljFcGn
— Secretary of War Pete Hegseth (@SecWar) October 3, 2025
“Así que la sensación fue bastante ominosa cuando cientos de generales y almirantes en activo fueron convocados desde sus puestos en todo el mundo para una reunión televisada el martes con Trump y Hegseth, en la base del Cuerpo de Marines en Quantico, Virginia. ‘Un reparto central’, dijo el Presidente, sonriendo radiante a los oficiales del público, que escuchaban impasibles, como es su tradición. Elogió sus propios esfuerzos por la paz, en particular en Oriente Medio, y reflexionó sobre la posibilidad de recuperar el acorazado (‘Bonitos costados de quince centímetros, de acero sólido, no de aluminio’, que ‘se derrite si ve un misil que se le acerca’), para luego emitir lo que parecía una directiva. Propuso utilizar las ciudades estadounidenses como ‘campos de entrenamiento’ para el ejército, imaginando una ‘fuerza de reacción rápida’ que se enviaría a su discreción. ‘Esto va a ser un papel importante para algunos de los presentes en esta sala’, dijo Trump, como un profesor de teatro intentando despertar el interés en el musical de primavera. ‘Eso también es una guerra. Es la guerra desde dentro’”, agrega Wallace-Wells.
Luego lanza la pregunta: “¿Paz en el exterior y guerra en casa? Fue un tono inusual en una democracia electoral, incluso cuando informes recientes indicaban que un borrador de la Estrategia de Defensa Nacional desviaría la atención militar de Rusia y China hacia las amenazas nacionales y regionales. Pero aunque Trump sigue hablando de sus misiones militares nacionales en un dramático futuro, no se les ha exigido mucho a los desplegados hasta ahora. En Washington, D. C., donde se enviaron tropas este verano como parte de una supuesta guerra contra el crimen, se les vio recogiendo basura, pintando cercas y encontrando niños perdidos, mientras que los arrestos que iniciaron a menudo resultaron en cargos falsos que los grandes jurados rechazaron, en lo que The New York Times describió como una ‘revuelta ciudadana’”.
Y más adelante en su ensayo concluye: “El miércoles, en Memphis, el subjefe de gabinete de la Casa Blanca, Stephen Miller, le dijo a un grupo de oficiales federales: ‘Están desatados’. Ese mismo día, los abogados del Presidente afirmaron en una carta al Congreso que el país se encuentra formalmente en un ‘conflicto armado’ con el narcotráfico en general, una decisión mediante la cual Trump puede reclamar poderes extraordinarios en tiempos de guerra. (Ha habido tres ataques letales más contra embarcaciones en el sur del Caribe desde principios de septiembre, el más reciente el viernes). Cada una de estas medidas tiene elementos de teatralidad militar y autoritarismo disfrazado, pero cuanto más insiste la Casa Blanca en los adornos de la guerra —los despliegues de tropas, la preparación del ‘ethos guerrero’, los poderes legales de emergencia—, más corre el riesgo de empujarnos hacia una guerra real”
Después de Trump
Donald Trump, dice The New York Times, llegó al poder con una visión sombría de la vida estadounidense: estancamiento, pérdida de grandeza e injusticia. “Pero eventualmente dejará el cargo; de verdad, lo hará”, agrega David Leonhardt, director editorial de Opinión del diario, en un análisis publicado el 16 de septiembre pasado. En algún punto dice: “Es hora de empezar a pensar en cómo será la política post-Trump. Es hora de empezar a hablar sobre cuál será la próxima historia de Estados Unidos”.
“Entiendo que muchos estadounidenses de todo el espectro político se han vuelto pesimistas sobre este país. Algunos llegan a decir que han perdido la esperanza. Quiero convencerlos de que eso es un error. Estados Unidos ya ha superado terribles injusticias, profundas divisiones sociales y líderes políticos disfuncionales. Pero también lo ha hecho imaginando cómo el futuro puede ser diferente y luego forjándolo. No tenemos la garantía de volver a hacerlo. Pero podemos hacerlo de nuevo. Y si no lo intentamos, tenemos la garantía de fracasar”, señala.
“Las analogías históricas parecen sombrías”, dice por su parte John Fabian Witt en The New York Times. “La disfunción política de Alemania entre guerras cobra mayor relevancia debido a su caída en el fascismo. Sin embargo, existe un ejemplo más esperanzador, pasado por alto aunque mucho más cercano: los Estados Unidos de hace un siglo. A principios de la década de 1920, una ola de intentos de asesinato y violencia política se agravó junto con nuevas barreras a la inmigración, una campaña de deportaciones y una represión gubernamental contra la disidencia. Estados Unidos acababa de salir de una pandemia en la que las medidas de salud pública divisivas generaron ira y desconfianza generalizadas. Los alarmantes niveles de desigualdad económica subyacían en un panorama industrial en rápida transformación y una demografía racial en rápida evolución. Voces influyentes en la prensa advirtieron que una crisis de desinformación en los medios había destrozado los procesos democráticos más básicos”.
Concluye: “A pesar de todo lo que se habla de líneas rojas y puntos de no retorno, los Estados Unidos modernos han tenido crisis democráticas y agitación autoritaria antes. El lenguaje de las emergencias de alarma de incendios y de ruptura de cristales examina nuestros modos de organización política existentes, cada vez más frágiles, y no puede ver más allá de ellos. Pero la manera de superarlos será crear nuevos modos de renovación adecuados al panorama del mundo en el que nos encontramos: formas análogas a la unión industrial de los años 20, y quizás impulsadas por el motor generativo de la sociedad civil del ahora vasto mundo sin fines de lucro. Hace un siglo, en la historia olvidada de una década apenas fuera de la memoria viva, encontramos caminos hacia un lugar mejor. La respuesta a cómo termina todo esto depende de experimentos que apenas hemos comenzado a lanzar”.
Y Thomas B. Edsall hace sus propias conclusiones: “Observé que Trump y sus aliados actuaron con sorprendente velocidad para sacar provecho del asesinato de Kirk y pregunté [entrevistó gente] si eso sugería una planificación anticipada que se preparó rápidamente para generar impulso de inmediato. [Theda Skocpol, profesora de gobierno y sociología en Harvard] respondió: ‘Por supuesto, todo esto ha sido planeado durante mucho tiempo, no siempre por el errático Trump, sino por Stephen Miller y otros del entorno del Presidente’. La estrategia, añadió, que subyace a la postura y retórica militaristas de Trump es sentar las bases para el envío de fuerzas federales para ahuyentar a los votantes en 2026”.
“Una cosa que queda clara de los acontecimientos recientes es que la violencia de cualquier tipo favorece a Trump”, agrega el autor.
Rory Truex , politólogo de Princeton, agrega: “La violencia sin duda beneficia a un líder con ambiciones autoritarias, ya que proporciona el pretexto para mayores apropiaciones de poder y medidas represivas contra la sociedad civil”.





