El planeta enfrenta una emergencia silenciosa: nueve de cada diez personas viven en países con altos niveles de desigualdad y, desde el año 2000, el 1 por ciento más rico ha concentrado casi la mitad de la nueva riqueza global. El diagnóstico, presentado al G20 por un comité de expertos encabezado por Joseph E. Stiglitz, resuena particularmente en México, en donde los ingresos de los sectores más pobres han mejorado, pero las élites económicas mantienen intactos, o incluso en ascenso, sus niveles de riqueza.
Puebla, Puebla, 21 de diciembre (SinEmbargo).- “La desigualdad puede ser revertida con voluntad política”. Esta es una de las conclusiones del Reporte sobre Desigualdad Global hecho por el Comité Extraordinario de Expertos Independientes sobre la Desigualdad Global, liderado por el Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz y presentado al G20. El estudio advierte que, en la actualidad, el mundo enfrenta una emergencia: el 90 por ciento de la población (en el 83 por ciento de los países) vive con altos niveles de desigualdad de ingresos.
Además, entre 2000 y 2024, el uno por ciento más rico de la población global concentró el 41 por ciento de la nueva riqueza, mientras en el 50 por ciento más pobre solo pudo capturar el uno por ciento. Esto, según el reporte, quiere decir que la élite mundial aumentó su riqueza (en promedio) en 1.3 millones de dólares desde el inicio de este siglo, mientras que la mitad más pobre de la humanidad aumentó su patrimonio en 585 dólares.
“Lo que muestra este informe es lo mismo que pasa en México y América Latina (...): Mejoran los ingresos de abajo, pero los de arriba se mantienen intactos o también mejoran, entonces, digamos, se ha reducido la desigualdad o pareciera que se ha reducido la desigualdad, pero ha aumentado la concentración del ingreso y de la riqueza en unas pocas manos en un grupo muy pequeño de la población”, dice Carlos Brown Solà, director de Programas en Oxfam México.

La hiperglobalización y el cambio tecnológico son algunos de los factores que han intervenido en este fenómeno, de acuerdo con Mario Campa, economista y politólogo.
El primero de ellos, la hiperglobalización, no solo incrementó el flujo constante de bienes, sino también el de capitales, lo que alentó la proliferación de paraísos fiscales que, al disminuir la recaudación, reducen la capacidad redistributiva de los Estados. Además, generó economías de escala que beneficiaron especialmente a las multinacionales, concentrando las ganancias del comercio global en sus accionistas, dice Campa.
Aumento del salario mínimo y canasta básica: el ejemplo de México para el mundo
El Reporte sobre Desigualdad Global destaca dos medidas puestas en marcha por el gobierno mexicano para mitigar la desigualdad. En primer lugar, combatir la inflación al negociar una canasta básica de comida y productos de higiene con precios fijos y asequibles. Además, el haber duplicado el salario mínimo desde 2018, lo cual sacó a más de cuatro millones de personas de la pobreza.
Campa recordó que México implementó el Paquete contra la Inflación y la Carestía (PACIC), “lanzado en mayo de 2022 por el presidente López Obrador” en un contexto en el que el mundo enfrentaba un fuerte shock inflacionario derivado de la pandemia y de la invasión rusa a Ucrania. En ese momento, “el índice nacional de precios del consumidor rozaba el 8 por ciento” mientras que en Estados Unidos llegaba al 9 por ciento.
En este contexto, el PACIC es “un instrumento peculiar en la historia económica de México”, una especie de “hijo bastardo de los pactos de concertación social” de los años ochenta, cuando la inflación era de tres dígitos; pero, a diferencia de aquellos acuerdos, este esquema descansa en la “adhesión voluntaria” de empresas y empresarios para mantener un “paquete mínimo” de bienes con precios controlados o estabilizados.

Sobre el aumento del salario mínimo, Campa dice que su aumento tiene varios efectos de largo plazo. Primero, beneficia de forma directa a “millones de mexicanos en las colas de la distribución de ingreso” que trabajan en sectores como el comercio minorista o los servicios turísticos y que sí reciben el salario mínimo, cuyo incremento “ya supera el 100 por ciento en términos reales”. Además, el ajuste también “eleva el salario medio” porque otros trabajadores comparan sus ingresos con el mínimo y presionan por mejoras salariales relativas.
Campa y Brown coinciden en que el aumento del salario mínimo tiene un “efecto faro”: funciona como referencia para otras remuneraciones, impulsando alzas más amplias en el mercado laboral. De acuerdo con Brown, esta medida “tiene un margen de maniobra para mejorar, pero no va a ser suficiente en los próximos años”.
Aunque ambas medidas sirvieron como ejemplos positivos en este informe, el gobierno mexicano debe poner en marcha otros mecanismos para combatir la desigualdad, de acuerdo con ambos especialistas.
En México los más pobres ganan dos mil peso mensuales; los ricos, casi un millón
En México, 8.3 millones de personas salieron de la pobreza entre 2022 y 2024 según la medición de pobreza multidimensional presentada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en agosto pasado.
No obstante, el país tiene 173 mil millonarios y 850 personas con patrimonio neto ultra alto (con más de 50 millones de dólares). Además, hay 3.5 millones de personas mexicanas que se ubican en el 10 por ciento de los poseedores de riqueza global, y 190 mil están en el uno por ciento global, de acuerdo con el Monitor de Riqueza Global, una de las fuentes citadas por el Comité en su reporte.
Y al hablar de mexicanos que tienen más de mil millones de dólares, “en este momento son 22 personas encabezadas por Carlos Slim, quien tiene una fortuna arriba de los 100 mil millones de dólares”, dice Brown. “Ahí es donde hay que poner los esfuerzos (de una reforma fiscal) y tiene que ser profunda porque no puede servir solamente para salir del paso en este sexenio”.
Brown explica que además de una reforma fiscal, México puede poner en marcha políticas de competencia y de inversiones para combatir la desigualdad. Porque, al igual que el Comité Extraordinario de Expertos Independientes sobre la Desigualdad Global, considera que “la desigualdad termina siendo el producto de decisiones políticas que muchas veces vienen por diseño”.
Y esto sucede a nivel global, pero también dentro de México. El Instituto de Estudios sobre la Desigualdad (Indesig) y Oxfam México publicaron en agosto el análisis “¿Derechos o privilegios? Una mirada a la ENIGH 2024 desde las desigualdades”, de acuerdo con el cual “el 10 por ciento de los hogares más empobrecidos tiene un ingreso promedio de dos mil 168 pesos mensuales”, mientras que el uno por ciento de los hogares más ricos tiene un ingreso promedio al mes de 958 mil 777 pesos.

El informe presentado en el G20 asegura que existe una relación importante entre la desigualdad de oportunidades y la desigualdad en los ingresos. Es decir, entre la distribución de la riqueza y el acceso a servicios básicos como los educativos y de salud. Cuando una persona “tuvo la fortuna de nacer en un hogar con intelectuales bien remunerados” y estudios universitarios, “la probabilidad de que termine siendo rico sin mucho esfuerzo es muy alta”, lo que reduce los incentivos para esforzarse porque sabe que, gracias a la herencia o a las capacidades recibidas, “va a terminar rico” de todos modos, dice Campa. En contraste, quienes enfrentan trampas de pobreza y saben que “por más que te esfuerces no vas a salir” de ellas también pueden desmotivarse, lo que limita la adquisición de nuevas habilidades, estudios o la posibilidad de emprender. Estos mecanismos generan círculos viciosos que afectan no solo la equidad, sino también el crecimiento económico del país.
Brown lo define como “la trampa de la pobreza (...) y no es porque no le echen ganas, se despierten temprano o no trabajen (...) Necesitamos que el código postal no determine si tienes acceso a una buena o mala educación, o a servicios de salud y de cuidados. La única manera de hacer eso es financiando derechos y (para eso) se necesita dinero”.
Pero, ¿de dónde podría venir ese dinero? Brown sostiene que la reforma fiscal en México debe estar enfocada en cobrarles más impuestos a quienes más dinero tienen. “Los individuos con ingresos arriba de 500 millones de pesos anuales contribuyen apenas con cinco centavos de cada 100 pesos de la recaudación de impuestos federales, (pero) ese uno por ciento de la población concentra casi la mitad de la riqueza del país”.
Y aunque es cierto que la voluntad política es importante para terminar con las desigualdades, los ciudadanos “necesitamos demandarles a las autoridades que hagan el rol que le toca al Estado, que es cobrar a quien tienen que cobrarle para redistribuirlo al resto de la sociedad (...) Es una deuda histórica que tenemos como sociedad, tratar de reformar al sistema fiscal y que eso repercuta en el acceso a políticas de bienestar, en mejores salarios, en programas sociales, en infraestructura social, en sistemas de cuidados, en acción climática para poder garantizar nuestro futuro”, concluye Brown.





