En el Programa Sectorial de Bienestar 2025-2030 se argumenta que durante muchos años, el Estado mexicano se replegó de sus responsabilidades sociales. Se asumió la falsa idea de que el mercado, por sí solo, podría generar bienestar.
Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo).– El bienestar y la justicia social son los ejes del modelo de desarrollo que pretende construir entre el 2025 y el 2030 el Gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, según se establece en el Programa Sectorial de Bienestar 2025-2030, publicado en el Diario Oficial de la Federación este miércoles 26 de noviembre del 2025.
El documento señala que “la visión hacia el 2030 marca el horizonte de un país donde el bienestar deja de ser una aspiración para convertirse en el eje estructural de un nuevo modelo de desarrollo”.
“A partir de los logros alcanzados durante el Primer y Segundo Piso de la Cuarta Transformación, el futuro se construye sobre una certeza: el bienestar es el camino, no el complemento. Ya no se concibe el desarrollo desligado de los derechos sociales ni del papel activo del Estado en la vida cotidiana del pueblo. México avanza con paso firme hacia una sociedad más fraterna y digna, donde la justicia social es la norma”.
En el Programa del gobierno federal se hace un balance de la situación en la que se encontraba el país luego de tres décadas de gobiernos neoliberales y los avances que se han logrado, desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República y la continuación del proyecto de la Cuarta Transformación con Sheinbaum Pardo, en el combate a la pobreza, la desigualdad, el incremento a los salarios y el establecimiento de los programas sociales como obligatorios luego de ser inscritos en la Constitución Política del país.
En el diagnóstico de la situación actual y visión de largo plazo se establece que el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 representó un parteaguas en la historia reciente de México, pues implicó la ruptura con el modelo neoliberal determinó la vida pública por más de tres décadas, y que dejó como saldo un país desigual, dolido y fracturado. Ese Plan recogió el sentir de millones de mexicanos que clamaban por justicia, por un gobierno que escuchara y actuara, por una transformación de fondo.
En el Programa Sectorial de Bienestar 2025-2030 se argumenta que durante muchos años, el Estado mexicano se replegó de sus responsabilidades sociales. Se asumió la falsa idea de que el mercado, por sí solo, podría generar bienestar. Al implementar un modelo que reducía al mínimo la responsabilidad del sector público, se privatizaron derechos como la salud, la seguridad social, educación y vivienda; se debilitó el tejido social y se desmantelaron instituciones públicas fundamentales. La pobreza se naturalizó, la desigualdad se profundizó y la corrupción se convirtió en norma. En ese contexto, el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 puso un alto y abrió un nuevo camino.
Desigualdad y pobreza
Los datos históricos de las tasas de pobreza por ingreso permiten observar esta realidad con claridad. De acuerdo con el Banco Mundial, en 1989, el 9 por ciento de la población vivía con menos de 2.15 dólares diarios (al tipo de cambio de hoy, 18.43 pesos por dólar, equivalía a 39.62 pesos), una expresión de pobreza extrema intolerable en un país con enormes riquezas naturales y humanas. A este grupo se sumaba un 24 por ciento de personas que, aunque superaban ese umbral, subsistían con menos de 3.65 dólares al día (67.26 pesos). Más aún, 54 por ciento de la población vivía con menos de 6.85 dólares al día (126.24 pesos), lo que habla de una pobreza más amplia y estructural que afectaba a la mayoría del país, se advierte en el Programa Sectorial de Bienestar 2025-2030.
A partir de la Cuarta Transformación, el Estado recuperó su papel rector, no para suplantar al mercado, sino para corregir sus excesos y garantizar el bienestar como derecho. La Política de Bienestar -con sus transferencias directas, la universalización de derechos sociales y la atención prioritaria a los más pobres- demostró que una política con rostro humano es no solo posible, sino eficaz.
Los datos lo reflejan con claridad: la tasa de pobreza extrema bajó de 1.9 por ciento en 2018 a 1.2 por ciento en 2022. La pobreza moderada (menos de 3.65 dólares diarios) cayó del 7.8 por ciento al 4.7 por ciento, y la pobreza más amplia (menos de 6.85 dólares diarios) pasó del 28.8 por ciento al 21.8 por ciento. Es decir, millones de personas salieron de condiciones de precariedad gracias a una política que, por primera vez en mucho tiempo, decidió empezar por los de abajo.
En el programa de gobierno 2025-2030 se advierte que uno de los logros más significativos de los gobiernos de la Cuarta Transformación es la reducción sostenida de la pobreza entre 2018 y 2024, pese a los efectos devastadores de la pandemia de COVID-19. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluacion de la Politica de Desarrollo Social (CONEVAL), y tomando en cuenta la actualización metodológica implementada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la pobreza en México pasó de afectar al 41.9 por ciento de la población en 2018 a un 29.6 por ciento en 2024. Esto representa una disminución de 12.3 puntos porcentuales, equivalente a más de 13.4 millones de personas que dejaron de vivir en condiciones de pobreza. La pobreza extrema descendió de 10.8 por ciento a 7.1 por ciento, y las carencias sociales también se redujeron. Estos representan los niveles más bajos registrados desde que se realiza esta medición.
La evolución del coeficiente de Gini lo deja claro. En 1989, este índice -que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, donde 0 representa igualdad perfecta y 1 la máxima desigualdad- se ubicaba en 0.50. Pero en lugar de mejorar con la implementación de las reformas neoliberales, empeoró: alcanzó su punto más alto en 1994, con 0.53, justo en los años de mayor liberalización económica. Durante los siguientes años, aunque hubo ligeras oscilaciones, el Gini se mantuvo persistentemente por encima de 0.50, lo que indica que el crecimiento económico no logró traducirse en justicia distributiva.
Los salarios
Entre 2018 y 2024, el salario mínimo creció más del doble en términos reales, lo cual elevó la línea base de ingresos para millones de personas trabajadoras, reduciendo la pobreza laboral y fortaleciendo el poder de compra de las familias. Gracias a esta política decidida, se revirtió una de las peores herencias del neoliberalismo: la precarización del trabajo.
Desde principios de este siglo, entre el año 2000 y 2015, los trabajadores apenas vieron crecer sus ingresos. El promedio anual pasó de 75.6 a 78.54, un incremento mínimo en 15 años, que no alcanzaba ni para compensar la inflación. Fue una época en que, lamentablemente, los salarios se usaban como ancla de la política económica, condenando a millones de mexicanas y mexicanos a vivir con lo mínimo, a resistir en vez de prosperar. Esa fue la realidad del modelo neoliberal: salarios bajos, pobreza extendida y desigualdad creciente. A partir de 2019, empezamos a ver los primeros signos de una recuperación histórica. En ese año, el salario promedio anual subió a 104.56, explica el Programa Sectorial de Bienestar 2025-2030.
Esto significa que, en seis años, el salario promedio de las y los trabajadores en México prácticamente se ha duplicado. Este crecimiento no es casualidad. Es fruto de una visión humanista, que pone por delante el bienestar del pueblo. La recuperación del salario es una de las mayores conquistas populares. No solo porque significa más ingresos para las familias, sino porque es símbolo de un cambio de fondo, de un país que está dejando atrás la corrupción, la desigualdad y la injusticia, advierte el Programa Sectorial de Bienestar 2025-2030.
Programas del Bienestar
Las transferencias directas han permitido una redistribución inmediata y efectiva de los recursos a los sectores más vulnerables, brindando a las personas un acceso directo a lo necesario para mejorar su calidad de vida. Programas como la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores., la Pensión para el Bienestar de las Personas con Discapacidad Permanente, y el Apoyo a los Jóvenes Construyendo el Futuro han generado un impacto inmediato en el bienestar de las personas, al tiempo que garantizan que los recursos lleguen sin intermediarios, reduciendo costos administrativos y asegurando que el beneficio llegue realmente a quienes más lo necesitan.
Por otro lado, se explica en el Programa Sectorial de Bienestar 2025-2030 que el carácter universal de las Pensiones y Programas de Bienestar ha sido clave para garantizar la inclusión de todas las y los mexicanos, sin importar su estatus económico o ubicación geográfica. La universalidad de estos programas asegura que las personas no sean discriminadas o excluidas, sino que reciban el apoyo necesario para mejorar sus condiciones de vida. Este enfoque ha logrado reducir significativamente las brechas de desigualdad y ha aumentado la cobertura de servicios esenciales como la salud, la educación y la seguridad social, asegurando que ninguna persona quede atrás.
Estos programas advierte el gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo, dejaron de ser medidas asistenciales sujetas a decisiones coyunturales y se han elevado a rango constitucional. Hoy, las pensiones y becas forman parte de los derechos sociales garantizados, asegurando su continuidad como conquistas del pueblo. Esto significa que las generaciones presentes y futuras contarán siempre con un Estado que respalde su bienestar y su libertad.












